Las maravillas naturales del Archipiélago de Canarias y del arraigo de su gente y sus tradiciones, son una motivación creciente en los viajeros, que encuentran en el disfrute de experiencias y sensaciones únicas de cada Isla, y que les invita a regresar para continuar el encuentro con otros de sus encantos y vivencias.

Las características distintivas de cada una de las Islas, su patrimonio natural y paisajístico, como un todo, conforman un destino turístico muy completo, con unas fortalezas en sus productos que han sido y continuarán aportando, sin lugar a dudas oportunidades de desarrollo, siempre que se realicen – según la urgencia inminente que requiere la situación actuallas transformaciones necesarias en el modelo de negocio turístico no solo para consolidarse en lo sostenible, sino que también con resiliencia.

Para Canarias un modelo sostenible para el turismo es imprescindible, un sector básico en la economía del archipiélago, como sustento terciario de beneficios al desarrollo de otros sectores como: la construcción, entornos naturales, agricultura, infraestructuras, educación, empleo, ocio, cultura, y de bienestar de sus residentes locales, y que debe resumirse en los tres pilares de la sostenibilidad: económico, social y ambiental.

También, es prioritario un modelo de turismo que, soporte la capacidad necesaria a los retos y desafíos que presupone, absorber las consecuencias que se deriven, por inestabilidad y amenazas convertidos en factores de riesgo tales como: la dependencia de la conectividad aérea, o la situación de los mercados, la extensa incertidumbre en el Brexit, las guerras comerciales o el llamado “miedo a volar”, entre otros posibles escenarios de impacto.

Imagen//Playa de Tenerife, Islas Canarias

Esta es la situación actual en Canarias, y según los expertos en diferentes foros, y mesas de debate como Futurismo 2019, entre otros, expresan que, «se cuenta con muchos logros a enumerar en la gestión turística y resultados tangibles, pero falta mucho por hacer, y no todo lo realizado en construcciones hoteleras y el uso y consumo del capital patrimonial ha estado bien»,a pesar de haber comenzado un camino hacia la sostenibilidad desde mediados de la década de los 90.

Las oportunidades del turismo en Canarias tomaron notable visibilidad internacional, con el reconocimiento a la Isla de Lanzarote, como anfitrión y sede en Jameos del Agua, una de las obras del Arquitecto César Manrique, para la celebración Conferencia Mundial de Turismo Sostenible, en abril de 1995, con el respaldo de la Organización Mundial del Turismo, la UNESCO y la Unión Europea. Por esa fecha, ya no solo los inversores de las grandes compañías hoteleras internacionales estaban asentándose firmemente en Canarias, por el atractivo potencial de las Islas y por las ventajas de la baja tasa de fiscalidad como territorio insular, sino también inversiones propias de Canarias.

Y han transcurrido más de dos décadas de la trascendental cita, donde hubo de aprobarse y firmarse la “Carta de Turismo Sostenible” que se resume en 18 puntos, muy acertados en su totalidad hacia un modelo de turismo de prosperidad y coherencia con el medio ambiente y la biodiversidad, y que, según la situación actual, merece recordar como referente de la visión de futuro de sus protagonistas para provocar un cambio hacia las formas y responsabilidad para la gestión del turismo.

El desarrollo turístico deberá fundamentarse sobre criterios de sostenibilidad, es decir, ha de ser soportable ecológicamente a largo plazo, viable económicamente y equitativo desde una perspectiva ética y social para las comunidades locales

Imagen/Montañas de Fuego Parque Nacional de Timanfaya en la Isla de Lanzarote, Canarias

Es la cita al primer punto de del documento, pasando los siguientes a establecer lineamientos y llamados a la acción hacia objetivos concretos como: la incidencia sobre los patrimonios naturales y culturales; el ejercicio de un turismo responsable; la conservación y protección de los patrimonios y la aplicación de la innovación la tecnología y la implicación en la profesionalidad; incidencias sobre la calidad de vida y la cohesión social; la promoción adecuada y la diversificación de los productos turísticos; la difusión informativa y transferencia de conocimientos en cuanto a tecnologías y medioambientales ; el fomento del reciclaje, y para culminar la declaración:

“Deberán ponerse en práctica todas las medidas necesarias con el fin de sensibilizar e informar al conjunto de las partes implicadas en la industria del turismo, ya sea a nivel local, nacional, regional o internacional, sobre el contenido y los objetivos de la Conferencia de Lanzarote”.

Todo en unos lineamientos que tienen una vigencia total, a pesar de que se conoce este documento fué retocado posteriormente en el 2015 a los 20 años de su aprobación inicial, y nuevamente ratificado como referente del sector a nivel mundial hacia la sostenibilidad. 

«Ahora las circunstancias actuales obligan a tomar el camino con prisas»

 Una reflexión sobre el tema, sería reconocer que se impone en el turismo un cambio de ritmo, y hay que acelerar la ejecución de las estrategias y acciones allí donde estemos.

Y por otra parte, se aprecian avances alineados para aunar todos los esfuerzos hacia la sostenibilidad y la resiliencia, con aplicación transversal a todos los factores tanto externos como internos interconectados; un reto complejo y dependiente con mucha sensibilidad, en el impacto a la estabilidad y a los resultados de la gestión turística, lo siguiente es que se concreten las acciones.

La gestión hacia la sostenibilidad y la resiliencia es continua, que requiere contar con reservas y fortalezas, capacidades creativas, innovadoras, de conciencia social y en la que no puede faltar la responsabilidad y participación de locales y visitantes, y la implicación del tejido empresarial y político.

Por Magdalena Roche Sierra

 

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